sábado, 16 de mayo de 2015

Soy más feliz adentro que afuera

sillaruedas1

Desde la implacable y penetrante ciudad de locos.

En la ciudad donde juzgan y critican a los locos, en un mundo deteriorado por el pensamiento humano y las desaventuras banales con las cuales viven llenas de vicios y placeres mal habidos escribo esta carta.

Pensaba como quería, me expresaba a mi manera casi nadie me conocía, era mi mundo el lejano que predeterminaba las decisiones que me levantaban de las malas rachas que como todo ser suele pasar. No temía a la nada ni sufría de los pequeños delirios de grandeza que cierta sociedad suele tener, me encontraba caminando sin zapatos por la dulce ciudad donde no fui nacido ni creado, me sentía aliviado puesto que conmigo llevaba un cigarro en la mano, era el que me importismo sobre el ser lo que me hizo evidenciar las criticas que a cada paso se saben sobre mí, no era de importarme hasta cuando osaron tocarme y creer que mi comportamiento era insano para el triste y persuasivo lugar donde ellos se encontraban, me recluyeron en un lugar donde hice varios amigos, solían hablar y hablar de cosas inalcanzables, me parecía extraño pero a la vez agradable, todos se comportaban como yo un día quise ser, nos daban dulces que apodaban drogas y hasta el nombre era gracioso después de tomarse una de esas, todo en un ambiente muy tranquilo donde sin un trabajo comías, dormías, jugabas y tan solo sesiones con una dulce señorita que nos hacia muchas preguntas sobre cosas de nuestra vida. Sin el apoyo de nadie y con las placenteras siestas donde uno debía cuidarse del otro no por miedo sino por el juego brusco que practicaban cuando se volvían algo hiperactivos, qué más podía pedir uno. Repetían mucho la palabra locos, era una voz baja la que me hablaba siempre en mi cabeza y metía pensamientos desde que paso la cuarta semana, me sentí algo presionado por esa voz y pude irme dando cuenta que era un lugar muy sano para hacer una vida ahí , nunca me pregunte si podía salir del lugar puesto a que no era tan grande ni cómodo, pero que por el tipo de personas placía socializar y crear relaciones, recuerdo aquel momento cuando me enamore de valentina una dulce jovencita que al son de la música se retorcía en el piso, era sumamente agradable como se movía, no entendía por qué los señores de blanco corrían desesperadamente cuando ella bailaba así, pero a mí me encantaba eso, es mas muchas veces se lo pedía pero ella me ignoraba, llegamos a tener una bebe muy hermosa, nos la quitaron para darnos más libertad, mi relación con valentina cambio mucho pero no me deprimió, yo pasaba siempre junto a ella, me hacía reír cuando decía no recordar muchas de las cosas que le decía. Yo tenía un anillo en forma de rosca súper lindo y ella también lo usaba solo que como era desechable había que usar uno cada día. Era muy raro cuando me venían a visitar pese a que era familia parecían como locos preguntando por mí, desesperados, ajetreados con sus vidas tan simples afuera que yo les decía quédense conmigo para que se sientan a gusto y no querían pero eso no importaba yo era feliz ahí, pero vinieron y otra vez tomaron mi mano y me sacaron de aquel lugar donde fui tan popular, donde todos me conocían, lo único grato y bonito fue ver a mi hija ya crecida y con unos dulces mechonsitos que colgaban de su cabellera. Afuera era un infierno todos gritaban y saltaban, me recordaba a los documentales de monos y animales salvajes que veíamos, una sociedad comprimida en deseos, en pensamientos malos, la televisión estaba llena de tristeza y de puras malas noticias, lo único que me llenaba era pasar con mi hija a la cual sacaba a pasear a mi manera, la convertí como yo libre de pensar y actuar donde lo único relevante era saber que existía un amor más grande que nuestros propios cuerpos lo que nos ayudaba a caminar.

Las sensaciones no descartaban en mí la razón de vivir, me daban fuerzas. El mundo duro no era estar adentro sino estar afuera, me aterraba estar cerca de las personas por que de una forma rara y manipuladora sabían cómo lastimar, no pido volver a mi casa, solo pido pasar el resto de mis días junto a mi hija, caminar y caminar por ese paradero tan verde que me hacia maravillar al contar los pétalos que caían de las rosas.

“No se trata de no vivir en ese mundo tan frívolo y calculador, se trata de saberlo conllevar, pese a que no estoy totalmente cuerdo puedo narrar una historia que de la carta de José Daniel Sánchez inspiro el crear un lugar para aquellos locos que como yo somos muchos, y brindamos más a la vida que los propios seres que se unifican en una sociedad con el fin de quitar y restar felicidad de una manera tan inconsciente”

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