miércoles, 1 de abril de 2015

Envidia que corroe

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El velo largo y con profundo misterio que hizo de esa noche una tormenta donde las gotas no cesaban, que hizo de tierras océanos, sujetando un paraguas que no se va de mi mente cuando esté no te cubría en lo más mínimo, como disfrutabas cuando cada gota rozaba tu piel pese a ese velo tan largo que llevabas, (me decía en voz alta si tu velo era de culpa o tristeza, y sin hablar contestaste con una pregunta que llevaba un sonido de fondo que me hizo llorar ¿si tal vez mi sonrisa era de verdad por felicidad? cual sorpresa la mía que me llevo a meditar) entre lágrimas y gemidos una conclusión tediosa pero cierta di por verdad, y está era que ella era feliz y su velo evadía la culpa de los demás por esa envidia insolente que tenemos de no ser realmente felices, a aquellos que la disfrutan querérsela robar, tal como yo que pase ahogándome mientras ella se divertía y no pude seguir su ruta por que ella con su paraguas me tendió su ayuda a esa tormenta irremediable, y yo, por cuestionar su aspecto me vi entorpecido tratando de entender el por que de su aspecto pese a su  felicidad, y el por que del mío pese a mi tristeza, y fue ahí que el choque de mis sentidos irradio la envidia que me corroía mientras iba tragando agua ahogándome poco a poco hasta no poder más,  llegue a entender está noble y frívola verdad: Hay paraguas invisibles no los des por desapercibidos, valóralos y apréndelos a aprovechar.

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